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Sensualidad, discapacidad y las invisibles formas del abuso en la puesta de “Mis palabras”

Marcelo Allasino creó en Rafaela el Centro Cultural y la compañía La Máscara, 30 años atrás. Foto: Florencia Downes

Marcelo Allasino escribió y dirige “Mis palabras”, un texto que trabaja los intersticios y las zonas menos manifiestas del abuso, el poder y la discapacidad, en el que propone un dispositivo escénico que mixtura el relato testimonial y la documentación del acontecimiento a través del vínculo entre una joven discapacitada y su tallerista de literatura.

Interpretada por Agostina Prato y Nahuel Monasterio, y con música y puesta sonora en vivo de Nico Diab, la obra, que supone el primer estreno porteño del teatrista que se formó y desarrolló en la ciudad santafesina de Rafaela, se puede ver viernes, sábados y domingos a las 20 en el Cultural San Martín (Sarmiento 1551).

“Hay una cuestión que tiene que ver con el abuso que me inquieta dese hace mucho tiempo, a partir de experiencias personales y gente próxima. Vengo tratando de pensar y trabajar la manera como tenemos naturalizado un tipo de abuso que no es ese abuso extremo que puede formar parte de los titulares de los diarios referido a femicidios o abusos sexuales de menores ante los cuales es muy fácil situarse, empatizar con la víctima y poder señalar el bien y el mal, sino otro más escondido, más invisible, más disimulado”, relata Allasino en una primera aproximación a “Mis palabras”, texto escrito alrededor de 2017 a partir de dos monólogos.

“Este tipo de abuso lo tenemos absolutamente naturalizado y es un tipo de situación que contamina todos los espacios que transitamos desde la familia, la escuela, los espacios de formación artística y de trabajo porque son situaciones que se producen porque hay un sistema estructural que asume como natural la situación abusiva”, destaca el teatrista.

“Mis palabras” se corporiza a través de dos contundentes e intensas experiencias actorales. Foto: Florencia Downes


Autodefinido como queer, provinciano, periférico y extraacadémico (“mi formación se desarrolló a partir de itinerarios que me fui inventando”, dice), Allasino creó en Rafaela el Centro Cultural y la compañía La Máscara, 30 años atrás, y armó y dirigió durante una década el reconocido Festival de Teatro de Rafaela -referencia nacional de una teatralidad por fuera de las hegemonías-, fue secretario de Cultura de su ciudad y también director del Instituto Nacional de Teatro y presidente de Iberescena, el programa plurinacional de asistencia y desarrollo de las artes escénicas de Iberoamérica.

“Mis palabras” se corporiza a través de dos contundentes e intensas experiencias actorales que relatan un acontecimiento (su génesis, su desarrollo, sus líneas de fuga) tanto a través del recuerdo como del testimonio, que pudiera ser judicial, policíaco o terapéutico.

La situación no es tan compleja como aquello que desata y pone en juego: la relación entre una joven discapacitada y su profesor de taller, donde a la volcánica fuerza creativa de ella se unen sus imposibilidades, la idealización y el enamoramiento hacia él, el erotismo, la sexualidad, los deseos y las heridas, además de la particular situación del tallerista, arrinconado por su necesidad de reconocimiento, sus exiguos medios de subsistencia y la directora de la institución para la que trabaja.

“Los dos personajes son, de alguna manera, víctimas de estas conductas abusivas y están atravesados por la imposibilidad de hacerse cargo del error por necesidades que los trascienden”, cuenta Allasino sobre él y ella.

“Hay una cuestión que tiene que ver con el abuso que me inquieta dese hace mucho tiempo, a partir de experiencias personales y gente próxima”, dice Allasino.Foto: Florencia Downes

“Esto -remarca- los pone en una situación de extrema vulnerabilidad, donde me interesaba trabajar la relación de las personas más vulnerables y su inserción en la institucionalidad”.

“Hay algo relacionado con la capacidad y la vulnerabilidad que profundiza la discapacidad que también me interesó indagar. Si te fijás, ella es un ser mucho más elevado y evolucionado que él porque en ella esa posibilidad de ver desde otro plano se relaciona con su capacidad de creación, hay algo en su potencia como creadora que la ubica en un plano de mucha más capacidad que él; paradójicamente, quien sufre de discapacidades más profundas es él, que es el tallerista y no ella que acude a la institución como paciente”, destaca el director.

“Los dos personajes son, de alguna manera, víctimas de estas conductas abusivas y están atravesados por la imposibilidad de hacerse cargo del error por necesidades que los trascienden””

“Eso es para mí muy importante -resume- porque me sirve para pensarme a mí mismo: en qué yo soy discapacitado, que es la pregunta central de la obra”.

Sobre la discapacidad del personaje que encarna Agostina Prato, Allasino dice que no hubo una investigación médica ni que responde a un determinado cuadro clínico sino que “hay algo en el modo de hablar de ella que era importante”.

“A ella le cuesta mucho articular palabras, encadenarlas, es como que cada una tiene un peso demasiado fuerte, ese es su problema, es como una metáfora dentro del universo de la obra que tiene que ver con el poder decir o no poder decir, con habilitar esa voz oculta, negada”, agrega.

“A ella le cuesta mucho articular palabras, encadenarlas, es como que cada una tiene un peso demasiado fuerte, ese es su problema””

Otra cuestión es la de la estructura escénica, donde Allasino necesitó dar con un dispositivo que investigara lo acontecido, que fue el que determinó luego los procedimientos para la puesta en escena, donde hay filmaciones y proyecciones en vivo, y una cierta representación de las formas del relato judicial.

“La obra la escribí como dos monólogos y, luego, al llevarlos a escena, implicó una investigación sobre los dispositivos de la documentación de la verdad, los procesos judiciales que siempre terminan ofreciendo recortes y aún recortes de pedazos, que depende cómo uno los observe a qué conclusiones arriba. Esos procedimientos tiñeron el trabajo de la puesta en escena, el sonido, la cuestión audiovisual, donde todo el tiempo está puesto de manifiesto el recorte”, cierra Allasino.

Estrenada dos semanas atrás y luego de una serie de postergaciones debido a la pandemia, “Mis palabras” se puede ver hasta el 13 de noviembre próximo en el Cultural San Martín, del centro porteño.

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