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Para combatir el cambio climático, “rifle sanitario”

Mucha preocupación generan las propuestas que la Argentina va a presentar en la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26) que se inicia el próximo 31 de octubre en Glasgow. Son de terror.

Este lunes, un comunicado de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) compartió esta preocupación ante los lineamientos presentados por el “gabinete de cambio climático” del gobierno nacional. Donde no participa ni se consultó a experto alguno del sector agropecuario, ni a sus actores.

CRA sostiene que ese gabinete partió de bases de cálculo erróneas. Y que es esencial que “los funcionarios de nuestro gobierno consideren que la producción agropecuaria es parte de la solución al calentamiento global, y que nuestro país podría liderar la iniciativa capturando carbono de sus suelos en base a políticas e incentivos adecuados”.

Entre otras lindezas, la propuesta argentina consiste en reducir el stock ganadero en 20 millones de cabezas de ganado vacuno, lo que implica “comprar” el argumento de que las vacas son responsables del cambio climático por sus emisiones de metano. Es un tema complejo, ya que estas emisiones existen y le dan pábulo al movimiento vegano, donde no todos son “comunistas” sino gente preocupada sinceramente por el medio ambiente. Pero como demostró el reconocido investigador Ernesto Viglizzo, el metano generado por las vacas en pastoreo se compensa a través de la captura de carbono del aire vía la fotosíntesis de las plantas.

Pero existen también mecanismos para reducir esas emisiones. Desde el empleo de los llamados “ionóforos”, moléculas que inhiben el desarrollo de las bacterias metanogénicas que habitan el aparato digestivo de los rumiantes, hasta productos naturales como los taninos obtenidos de extractos vegetales. Por ejemplo, del quebracho, que ya están en el mercado. Hay muchas otras estrategias que apuntan en la misma dirección.

En consecuencia, antes de claudicar y ofrecer generosamente el rifle sanitario con todas las implicancias económicas y sociales que implica, habría que apelar al conocimiento. Tanto para saber qué metodologías tomar para el cálculo de las emisiones, como para encontrar y aplicar las soluciones del caso.

Como todo lo que hace el campo en la Argentina a partir de la Segunda Revolución de las Pampas, la ganadería está más cerca de la solución que del problema. La última ola en la producción de carne y leche es la intensificación razonada, lo que de por sí significa menos emisiones por unidad de alimento obtenida. Pero además, el nuevo ordenamiento de las explotaciones permite un manejo inteligente de las deyecciones, otra fuente de contaminación.

En el tambo, entramos en la era de la estabulación. Hay establecimientos de punta que instalaron grandes biodigestores, donde se convierte la bosta en biogás, y con éste se accionan generadores eléctricos conectados a la grilla nacional. Es una de las pocas cosas que hicimos en materia de energía renovable. Convirtiendo un problema en una solución. El confinamiento también evita la contaminación por óxido de nitrógeno (NOx) inherente a los sistemas más extensivos. Este NOx tiene mayor impacto climático que el CO2 y el metano.

También habíamos avanzado con los biocombustibles, pero este gobierno no solo intentó frenarlos con una ley atroz, sino que ni siquiera los está exhibiendo como un aporte concreto en la batalla contra el cambio climático.

Recuerdo que en la COP 21, celebrada hace seis años en París, el gobierno K agonizaba. En su último día, intentó aprobar una partida de 600 millones de dólares para la generadora de carbón de Rio Turbio. Aquella acción, que no se pudo concretar, le valió al país el mote de gran contaminador. No deja de ser llamativo que el nuevo jefe de Seguridad, Aníbal Fernández, haya sido hasta ahora el titular de esa empresa, que felizmente no se puso en marcha.

No está medido, lamentablemente, pero la Argentina de la siembra directa ha hecho una contribución fenomenal al secuestro de carbono de la atmósfera. La agricultura bajo cubierta, a la que ahora se suma el paradigma del “siempre vivo, siempre verde” de los cultivos de servicio, es el camino que se alumbra desde estas pampas. El mundo no está en esa: hoy comienza la EIMA de Bologna, la primera exposición importante con presencia de público en dos años, y allí lo que se anticipa es más de lo mismo: parafernalia de implementos de roturación del suelo, verdaderos instrumentos de tortura que aquí ya abolimos.

Pero en lugar de mostrar esto, pavimentando el camino del futuro, nos subsumimos en las propuestas de la agricultura tradicional, que terminó con los suelos europeos hace más de un siglo. Tenemos que medirnos con nuestra propia vara, apoyados en evidencias científicas y datos concretos. Aquí aprendimos a certificar la agricultura sustentable y las buenas prácticas. Pero hace falta que las autoridades abandonen los prejuicios y entiendan que el campo, en estas pampas, hace bien.

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