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El malestar entre los votantes y sus candidatos

Todavía circulan memes críticos sobre los debates televisados entre los candidatos de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. Hasta los propios políticos se quejan por lo que fueron faltas de ideas, en la superficialidad de los planteos, los insultos, las torpezas de los debutantes y los trucos marketineros mal disimulados.

La pregunta es qué estará reflejando el malestar frente a lo que se vio en televisión y frente a los candidatos. ¿De verdad hubieran deseado escuchar propuestas profundas sin interrupciones ni chicanas? ¿O el problema no fue el show televisivo sino la sensación de fin de ciclo de una forma de relacionamiento político, tanto entre los propios dirigentes como entre ellos y quienes representan?

Más allá de los deseos imaginarios del argentino medio, las eventuales disociaciones entre representantes y representados no existen o, al menos, no deberían durar demasiado. Cuando esto sucede, la demanda de otro tipo de líderes empieza a generar una oferta similar para satisfacerla.

Quizá todas las sociedades se vean distintas de lo que son, con la aspiración de un espejo que las refleje mejores. Pero, en líneas generales, los líderes suizos se parecen a los suizos, los uruguayos a los uruguayos y los italianos a los italianos.

Que se piense que la sociedad argentina debe tener políticos escandinavos puede significar una distorsión de la realidad. Pero es un indicador del malestar con estos dirigentes que se refleja a diario en la imagen negativa de la mayoría de ellos y simboliza la distancia que separa el estado actual del país con el que se supone que debería ser.

Concluir que el problema es la dirigencia y que la dirigencia no se parece en nada a sus dirigidos es la mejor forma de dejar a salvo la responsabilidad colectiva. Puede que eso sea tranquilizador, pero no servirá para cambiar algo.

Ese malestar se relaciona con un nuevo clima de época que está germinando en la sociedad y que todavía no encuentra los líderes que la terminen de representar. Una nueva época que reconozca que la beligerancia como forma de diálogo lleva ya, una década de fracaso y que se necesita cambiar para no seguir cometiendo el mismo error.

por Gustavo González Galería de imágenes

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