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La historia de los refranes: “De tal palo tal astilla”


De tal palo, tal astilla

Los aficionados al continuismo completarían: “Y ojalá pueda esa astilla hacerse palo con el tiempo”…

Probablemente el origen de esta expresión se encuentre en el latín, lengua madre del castellano que alberga, en su “corpus lingüístico”, tantos refranes… En ese idioma se leía: “Qualis pater, talis filius”, o sea: “Cual es el padre, tal es el hijo”… “Tale padre, tale figlio”, dirían los tanos…

¿Por qué se hace popular un refrán? Por mantener su estructura a través de los siglos, y abarcar a todas las clases socioeconómicas. ¿Por qué es sabio? Porque siempre lleva consigo algún mensaje moral, o filosófico; nos podremos identificar más o menos, nos pintarán de cuerpo entero o no tanto, pero los refranes –inevitablemente- nos espejan… 

En este caso, a tal punto que, por palo se entiende padre o madre, y por astilla hijo o hija… De esos vínculos esenciales se nutre este refrán… En el mejor y el peor de los sentidos; porque una cosa es decir “De tal palo tal astilla” cuando Fulano se recibe de abogado como Mengano, su padre; y otra, “De tal palo tal astilla” cuando te enterás que Fulano es un abogado tan corrupto como Mengano, su padre…

¿No es loco que una misma expresión sirva para referirse tanto a las virtudes como a los defectos de un hijo o hija respecto de su padre o madre?… Similitudes genéticas, costumbres, vicios, vocaciones, manías… “De tal palo, tal astilla” decimos para explicar a alguien, o justificarlo, o condenarlo, o ensalzarlo… con respecto a sus progenitores… 

El palo ya está hecho. Pero la astilla, ¿qué destino le aguarda a la astilla si aspira a ser palo por cuenta propia?… ¡Ojito con las astillas resentidas eh, se te clava una y andá a sacártela después!… 

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