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Vamos a votar de la cabeza

El Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA se convirtió en un referente para el seguimiento de cómo estamos los argentinos, a partir de que se declaró la pandemia. Hace unas horas lanzó su último estudio, titulado “Relevamiento del estado psicológico de la población argentina”. Es un documento de 44 páginas que paso a extractar en las siguientes 8 conclusiones:

1)    El riesgo de trastorno mental de la población general se ha incrementado en relación a los estudios previos del OPSA.

2)    Los niveles de sintomatología ansiosa, depresiva y riesgo suicida son mayores en personas más jóvenes y con un estatus socioeconómico percibido menor.

3)    El estado de salud mental de requiere políticas de monitoreo, detección precoz e intervención.

4)    Los procesos de duelo durante la pandemia se han visto complicados

5)    La actividad física, la meditación, la práctica del yoga y la actividad religiosa se asocian a menor sintomatología psicológica y riesgo suicida.

6)    El consumo de drogas ilegales y tabaco así como el incremento severo en el consumo de alcohol se asocian a mayor sintomatología psicológica y riesgo suicida.

7)    Las personas perciben la necesidad de tratamientos psicológicos e informan no tener acceso a los mismos por carecer de medios económicos.

8)    Se recomiendan políticas de promoción de la salud, alentando conductas saludables, desalentando conductas problemáticas, e incrementando el acceso de la población a tratamientos psicológicos.

Digamos que, si bien esto no es la realidad en su expresión más acabada, los datos son una aproximación profesional a cómo estamos. Y más o menos éstos y en este estado somos quienes vamos a elegir a nuestros representantes el domingo que viene. Digamos que una sociedad estresada y desamparada, es una sociedad inestable, triste y enojada. Pero vayamos a los conceptos del informe:

“Luego de casi 2 años de pandemia, esta tragedia ha superado a las crisis más graves del mundo moderno reciente y sus implicancias no se limitan a las cuestiones de salud. La economía, el desempleo, el transporte y la movilidad de las personas, la educación, entres las áreas más importantes, fueron afectadas por la pandemia. Por ello, se la describe como un estresor multidimensional. Para una buena parte del mundo el sentimiento de libertad se vio amenazado; mientras que, para otra, las condiciones de vida y la pobreza han sido las mayores de las preocupaciones. Mientras que los adultos mayores fueron la población más amenazada por la enfermedad y por el riesgo de muerte o graves secuelas, los más jóvenes no recibieron a tiempo atención a sus necesidades. Esta población -y más particularmente los niños- sufrió drásticos cambios en su forma de vida. El aislamiento prolongado, los apresurados y en ocasiones improvisados sistemas de educación de emergencia se sumaron a otros factores. La deserción escolar, la exposición a la violencia doméstica y en muchos casos el ingreso al consumo de sustancias y la vida delincuencial ha comprometido el futuro de millones de niños en todo el mundo. Los índices de pobreza creciente son mayores en la población infantil y sus consecuencias son aún más graves que en los adultos. Los déficits nutricionales, la falta de capacitación y educación para el empleo y la exposición a la delincuencia comprometen a largo plazo el futuro de estos niños”.

Escuchá esto:

“La ansiedad, la depresión y el riesgo suicida registraron un aumento entre la segunda y la tercera extensión de la cuarentena y se mantuvieron durante la cuarta extensión. Asimismo, se ha estudiado la salud mental de la población argentina comparando dos períodos durante la cuarentena obligatoria, hallando como resultado un incremento significativo de los síntomas psicológicos y del riesgo de padecer un trastorno mental entre el primer período (días 7 a 11) y el segundo período (días 50 a 55) de cuarentena. Los resultados pudieron hallarse también en otros dos períodos de la segunda mitad del año 2020, observando un empeoramiento global de la sintomatología y el riesgo de padecer un trastorno mental en una muestra total de 10.149 participantes”.

Atendé la gravedad de lo que estamos hablando:

“Un 37% de los participantes reporta que cambió su tendencia a pensar en la muerte y/o en el suicidio a partir de la pandemia. Los participantes que se perciben un sector socio-económico menor, reportaron más intención de suicidio y menor disfrute de la vida. Lo mismo que los participantes más jóvenes”.

Sigo:

“El 43,38% de los participantes reportan que ha fallecido un familiar durante la pandemia. Acerca de cuánto ha afectado este hecho a los participantes, la puntuación media estuvo en 4 puntos de una escala de 1 a 5. El 59,28% de los participantes consideran que las medidas de aislamiento y distanciamiento influyeron en su proceso de duelo. El 62,26% considera que no existe un merecido reconocimiento social a las víctimas de la pandemia”.

Y voy terminando:

“Cuando se les preguntó a los participantes ‘¿Qué hace cuando experimenta malestar psicológico o tiene problemas emocionales?’, las respuestas fueron: el 41,74% dialoga con amigos/as; el 25,72% toma medicación, sin especificar cuál; el 22,97% recurren a un profesional psicólogo/a; el 21,28% practica el rezo; el 16,18% practica un deporte; y el 7,18% consume alcohol”.

Imposible que nada de todo esto, que habla de una sociedad muy golpeada (si no rota), influya a la hora de tomar decisiones hacia el futuro. ¿Los elegidos del domingo estarán pensando en estas cosas?

por Edi Zunino Galería de imágenes

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