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Estrellas de “late night”: Germán Paoloski y Jey Mammón son más que sus propios programas

El entrevistado está al costado en los late night show. Una vez Alejandro Fantino se preguntaba por qué pasaba eso y nadie del entorno sabía explicarle. Llegó Roberto Pettinato –padre padrone del género en este país- y nos dijo que el entrevistado desplazado casi a la altura del rabillo del ojo, evitando el famoso cara a cara, es un acuerdo menos comprometedor, un tono blando.

Girando la cabeza, mirándote casi por arriba del hombro, nadie pregunta sobre la ontología de la soledad o qué es lo que uno piensa del aborto.

Nuestra televisión abierta ahora tiene dos late night con estilos similares y talentos compartidos: Germán Paoloski (No es tan tarde, a la medianoche por Telefe) y la grata sorpresa de Jey Mammón (Los Mammones, a las 21, por América, con la estructura original que tenía a las 23.30), al que sólo habría que rebautizar para que su existencia suene menos queer y más elegante.

Daniel Osvaldo y Jey Mammón, en Los Mammones. Hubo rock y tributo a Maradona. Captura TV.

Digámoslo de entrada: son mucho mejores ellos que sus propios programas.

La lupa sobre cada uno

Ambos cuentan con menos diferencias que parecidos artísticos. Paoloski tiene una carcajada diabólica capaz de quitarle trabajo a todos los reidores del mundo. Su risa -o amenaza de dientes blancos- la conocimos en un late night que iba por la señal de Fox, donde, igual que ahora, estaba acompañado por el inenarrable Zorrito Von Quintiero a modo de lugarteniente y maestro de ceremonias.

Jey se transformó en una de las vedettes de la televisión pandémica. Lo imaginamos a la hora de renovar contrato, sentado con la Parodi u otros directivos del canal, frotándose las manos, diciendo algo así como “bueno, ahora el amo soy yo”.

Jey tiene un estilo relajado. El tipo por detrás de Estelita -Mammón: simpatía y carisma revelacion 2021- es mucho más que el disfraz que lo hizo conocido. Estelita parecía contar con la complicidad y la buena onda de las figuras. Esa sensación, ahora, de saco y corbata, se difumina en la imagen de un host a todo orquesta que debe tener fila de famosos esperando en la puerta del estudio.

Increíble el poder de repentización que se debe tener para esta clase de envío diario. Agotador. Primero y principal hay que escuchar al otro. ¡Imagínense! ¡Dificilísimo! En tiempos de histérico Tik Tok, saber escuchar. Toda una virtud.

En Twitter dicen que “está buenísimo” el programa de Jey Mammón, pero que se nota mucho cuando tiene onda con el invitado y cuando no. En algún momento de la entrevista, la nueva figura de la televisión argentina suele preguntarle al invitado en qué lugar extraño hizo la “chanchada”.

De inmediato te acordás de Jorge Guinzburg y su manía por la locación de “la primera vez”: la única pregunta que el entrevistado podría armar, inventar o imaginar camino al estudio.

Germán Paoloski ya se había probado como conductor de late night en Fox.

Paoloski viene del palo del periodismo deportivo. Desde Pettinato, pasando por Pipo Cipolatti o Gillespie, se sabe que los rockeros son hábiles declarantes para la comedia. Pero los periodistas deportivos que pasan del humo al humor… Pensamos, pensamos y no nos aparece ningún otro nombre serio más que el de Germán Paoloski.

Tan buen clima genera, que sus entrevistas nunca empiezan ni terminan. Es como un fade in/fade out estilo un Hugo Guerrero Marthineitz, pero en estado de celo. Es más, pareciera que todos los invitados que pasan por No es tarde cenaron en casa de Paoloski la noche anterior.

Jey va al piano al final de cada programa. Sucede algo en el orden del prestigio en ese momento: Mammón puede acompañar a Jairo y a Dani “Stone” Osvaldo con idéntica pericia. Esa capacidad equivale a la del galán de Hollywood por el que no das un mango y de golpe abre la boca y canta como Robert Plant. Ahí, en ese ahora, Mammón pasa sin escalas a la estatura de “artista”.

Postales de algunas de estas noches

Analía Franchín llega como invitada a lo de Paoloski. El programa parece producido por un par de lunáticos que quisieron compactar La Noche del domingo de Gerardo Sofovich en poco más de media hora. Por suerte hay un respiro -a medias- cuando el Zorrito, que tiene más ganas de hablar que Fernando Niembro, cruza munición disparatada con el alegre conductor.

A Franchín se le pregunta no sé qué cosa de un ascensor. Las embestidas son pies para que el entrevistado pueda recordar una anécdota y Paoloski tanto como Mammón, fieles a los libros del género, puedan interrumpir con observaciones sagaces.

El Zorrito Quintiero y Germán Paoloski, dupla fuerte de “No es tan tarde”. Foto Movilpress.

En No es tan tarde, la sección El carpetazo está construida por allegados que deben mandar al entrevistado al frente con alguna intimidad bizarra que nunca llega a niveles de incomodidad.

De Franchín recordamos su buen paso por el primer MasterChef Celebrity, y resulta divertida la nota, porque éstos son programas donde el invitado, por lo general, es un frontón que sirve para lucimiento del anfitrión. Puede ir cualquiera. No importa lo que pase, la felicidad nunca dependerá del visitante.

Los diferentes ritmos

El problema de No es tan tarde es que tiene más velocidad que El Rayo (¿se acuerdan de Dolores Barreiro?). Ahora una pregunta, ahora un juego que sólo entendés si ves el programa a diario, ahora una ruleta detonante de preguntas talibanas, ahora la banda en vivo, ahora el Zorrito… Ufff: a veces la tanda publicitaria es tan larga que cuando vuelven al piso ya te olvidaste quién era el invitado.

Tan rápido todo, que la banda de música en vivo suena levemente más atractiva que una cortina musical.

Al final terminás el día con una mueca de hiena a punto de zamparse un oso hormiguero, pensando que más que late night podría ser un programa de las cuatro de la tarde. Ojo, también podría leerse por la contraria y reaccionar favorablemente diciendo que éste es el envío “fresco” y “ágil” que andamos necesitando para sintonizar con las dignidades que hoy nos representan.

Paoloski tiene al Zorrito y Jey a Gabriel Schultz, otro buen actor de reparto. Mas rápido que un bombero, el bastonero puede funcionar menos como sombra que como formidable rueda de auxilio. Schultz puede tener salidas mucho más graciosas que las del propio conductor. Si bien estuvo ausente varios días, el otro apoyo de Jey es Silvina Escudero.

Para los medios, Jey Mammon se convirtió en la mejor noticia de la televisión abierta 2021. El nuevo rey de América suele ser lo más visto del canal. El dice que se trata del programa que siempre soñó hacer. “Al fin alguien me dio la posibilidad de demostrar”, debe pensar en la intimidad de su camarín. Pícaro, divertido, serio cuando hace falta, showman. “Un genio”, leemos en las redes.

Jey lee las preguntas. A Luciano Pereyra lo encara queriendo saber si es verdad que le gusta leer mientras escucha de fondo el ruido del lavarropas. “Me entretiene ver el funcionamiento de la ropa mientras se lava”. ¡Así habría que titular las notas!

Luciano Pereyra, en Los Mammones, el ciclo que conduce Jey Mammón por América. Captura TV.

Jey tiene un programa más largo que el de Paoloski. Puede permitirse entrar en clave de entrevista un poco más relajada. Es algo que se le agradece al formato. Hay manejo de los tiempos en Los Mammones. El conductor puede entender que la anécdota no da para más y espera la palabra justa que le dé un pie adecuado para el cambio de tema.

Pereyra, por ejemplo, es un representativo de la fama austera. El músico no tiene por qué ser una persona chispeante. Le regalan un video homenaje que recorre su carrera y él mismo puede ver allí plasmado su prontuario de réplicas símil coacheadas: “Soy un futbolista que trabaja de cantante”. Lo dijo como mil veces.

Nos olvidábamos: la locura en lo de Paoloski empieza con un stand up, donde puede que el conductor se apoye en la figura del Zorrito para que toda fluya más de lo que fluye. Es un segmento breve –obvio-, pero muy bien logrado.

Hoy lo visita Facundo Arana. Paoloski saca lo mejor del macanudo actor y escalador de montañas. El grado de naturalidad es innegable. Arana es un pingo, uno de los mejores invitados. A la altura de Ricardo Darín o de Leo Sbaraglia. “Siempre te reís”, le dice Arana a Paoloski que –oh sorpresa- el otro día fue a comer a la casa del conductor.

El carpetazo con Arana también trae aparejado un manual encantador de datos inútiles. Si bien la tendencia del late night es confiar más en la pregunta que en la respuesta, Arana es un crack que te la devuelve a lo Riquelme.

En los dos programas, los abordajes de las entrevistas resultan aportes de fuentes cercanas. Uno imagina llamados por whatsapp a familiares o amigos y, después, lo demás queda en manos de la habilidad de uno y otro conductor. No es fácil de expandir este formato. Créanlo. No habrá tantas late nights como cervezas artesanales.

Jey Mammón y su apasionado beso en la boca con Esmeralda Mitre. (Captura TV).

Pettinato nos deja dos párrafos para el remate. “Los late night piden que seas corrosivo, irónico y con una buena dosis de cinismo. Cuando yo lo vi por primera vez a David Letterman dije: ‘Soy yo. Eso es lo que yo quiero hacer'”.

“Cualquier cosa que pregunta un conductor de late night el invitado se lo toma a bien. Es muy común volver al mismo tema con un chiste. Escuchás al invitado y ves la posibilidad de retomar algo. Esa sola cuestión se transforma automáticamente en un chiste. Pero es un género donde no debemos confundir lo que hay en tu cabeza con una simple escenografía de ciudad a tus espaldas. La ciudad la tenía hasta Susana Giménez o Nico Repetto en Miami”. 

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