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Murió la actriz italiana Monica Vitti

La actriz italiana Monica Vitti falleció este miércoles a los 90 años tras padecer Alzheimer durante los últimos 26, dejando atrás una carrera que la tuvo como musa del destacado cineasta Michelangelo Antonioni y como representante del cine cómico italiano que trascendió las fronteras de su país.

Ícono del gran cine por su versatilidad, la intérprete se alzó con numerosos premios a lo largo de su carrera, entre los que se destacan cinco David di Donatello, el mayor galardón del cine italiano; un León de Oro a la Trayectoria en Venecia y un Oso de Plata en Berlín, mientras que San Sebastián la premió con una Concha de Plata.

“Roberto Russo, su pareja de todos estos años, me pidió que comunique el fallecimiento de Monica Vitti. Lo hago con dolor, cariño y tristeza”, dijo el periodista, exministro de Cultura y amigo de la familia Walter Weltroni, en un comunicado recogido por la agencia de noticias ANSA.

Con Russo, director y director de fotografía, se casó en 1995, y fue él quien anunció en 2011 que Vitti padecía Alzheimer desde hacía casi 15 años.

Nacida en Roma el 3 de noviembre de 1931, bajo el nombre de Maria Luisa Ceciarelli, Monica Vitti se graduó en 1953 en la Academia Nacional de Arte Dramático e inició su carrera en teatro con papeles cómicos que le valieron ser descubierta por Antonioni, con quien rápidamente entabló una relación artística y sentimental.

Sin embargo, su ductilidad para la actuación no estaba circunscripta a la comedia. Sobre las tablas supo interpretar obras de William Shakespeare, Molière y Bertolt Brecht. Su debut, a los 14 años, fue como madre de un joven que había muerto en la Segunda Guerra Mundial. De hecho, el papel lo llevó adelante en plena reconstrucción italiana, coyuntura que fue la base de ese gran movimiento que fue el neorrealismo, con directores como Vittorio De Sica, Pier Paolo Pasolini y el gran Federico Fellini, entre varios más.

Así llegaron los personajes creados por Michelangelo Antonioni, como Virginia en “El grito” (1957), en la cual doblaba la voz del personaje de la actriz Dorian Gray; la atormentada Claudia en “La aventura”; a la tentadora Valentina en “La noche”; a la misteriosa Vittoria en “El eclipse” y a la neurótica Giuliana en “El desierto Rojo”.

Después de trabajar con Antonioni, con quien estuvo en pareja entre 1957 y 1967, protagonizó comedias italianas junto a colegas de la talla de Alberto Sordi, Ugo Tognazzi, Vittorio Gassman y Nino Manfredi.

Por esa época, los reflectores apuntaban a Italia y Francia, en cuanto a cine se refiere, encontrando a actores como Anthony Quinn o Robert De Niro trabajando en películas italianas bajo la dirección de los maestros.

Tan importante era el séptimo arte del país de Dante Alleghieri, que de esa forma Vitti llegó a ser dirigida por el estadounidense Joseph Losey en “Modesty Blaise”, de 1966, una parodia femenina de James Bond. También estuvo bajo el mando de Luis Buñuel en la producción franco-italiana “El fantasma de la libertad”, penúltimo filme del realizador español.

Vitti también brilló en “La siciliana” (1968), una exitosa película de Mario Monicelli donde interpretó a Assunta, una siciliana que persigue hasta Escocia al hombre que la “deshonró”. Si bien era nacida en Roma, sus raíces sicilianas la naturalizaron para el el papel.

“Adiós a Monica Vitti, adiós a la reina del cine italiano. Hoy es un día muy triste, muere una gran artista y una gran italiana”, escribió en un comunicado el ministro italiano de Cultura, Darío Franceschini.

Siempre lejos de los flashes y los medios, Vitti se creó la fama de “anti-diva”. Jamás se hizo eco del jet set y hasta tenía que huir de los paparazzi durante su época de relación con Antonioni. Unos años antes de que el Alzheimer comenzara a aquejarla, casi como una premonición, escribió dos libros autobiográficos, que publicó en 1993 (“Siete faldas”) y en 1995 (“La cama es una rosa”).

Su amor por la actuación vino con ella desde la niñez, cuando entretenía a sus hermanos, y esa pulsión natural podría resumirse en una frase que dejó para la posteridad: “Cuando acaba la función, para mí acaba la realidad”.

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